Carbajales (2018) considera que una manera de volver esta relación más compatible a la estrategia de desarrollo regional sería diseñar un andamiaje legal e institucional que permita a las naciones latinoamericanas fijar criterios comunes a la hora de negociar vínculos con corporaciones extranjeras encargadas de explotar los recursos naturales en sus territorios.

Como obstáculo, el autor, señala que en la práctica muchas de éstas compiten “a la baja” en desmedro de sus propios intereses, y en naciones como Argentina, ocurre lo propio entre las mismas provincias, las que negocian reducciones en las regalías y otros tributos que abonan las operadoras.

De alguna manera esa estrategia es defendida por Bresser y Pereira (2015) quienes destacan la importancia de las alianzas regionales de estados para lograr el desarrollo (UNASUR, por ejemplo). A modo de ejemplo, el trato impositivo desigual a distintos puertos de nuestro país, podría jugar de manera muy negativa, dimensionando la presión a la baja que ejercen los operadores portuarios. Podría generar escenarios de disminución de los ingresos del Estado, para evitarlo, la estrategia debe ser coordinada por el estado nacional y los estados provinciales pertinentes. 

Carbajales (2018) enfatiza en la necesidad de aumentar los niveles de autonomía relativa del Estado respecto del capital transnacional, a quien, por supuesto debe garantizársele rentabilidad, pero en condiciones de respeto por el ambiente y transferencia de tecnología y conocimiento. 

Por otro lado, Schteingart y Coatz (2005) consideran que Argentina debe potenciar los recursos naturales y diversificar la matriz industrial. “…La trayectoria productiva propuesta requiere esfuerzos compartidos, no sólo por parte de las firmas, sino también del sector público y los trabajadores. Para eso, es imprescindible contar con un entramado institucional que no sólo fomente, sino también agilice y guíe el diálogo entre las partes involucradas…”. 

Los autores sostienen que la política industrial a nivel global parece desarrollarse sobre la base de dos pilares: articulaciones público privadas, y un rol dual, primero, una faceta estratégica que fomente la innovación, y segundo, una defensiva que consiste en sostener firmas y puestos de trabajo. Ese rol dual es también sostenido por Bresser y Pereira (2015) como ejes del desarrollo en el caso de los BRICS, principales modelos para los países en vías de desarrollo. Al respecto, son centrales los espacios de encuentro entre los distintos actores del sistema productivo, a fin de coordinar políticas y programas desde la lógica ganar ganar.